A la hora de desarrollar un proyecto de smart city es imperativo encontrar soluciones tecnológicas que impulsen medidas de racionalización y de mejora administrativa en áreas tan distintas como el medio ambiente, el transporte, los trámites burocráticos, la sanidad o, pongamos por caso, la seguridad en el entorno urbano.
En este artículo vamos a ver qué retos nos encontramos en el camino hacia la ciudad inteligente, desde los aspectos tecnológicos y regulatorios hasta los presupuestarios y sociales. Un difícil escenario, en el que el desafío exige diseñar un nuevo modelo de gestión sostenible, capaz de dar respuesta a los actuales retos del ámbito urbano.
Según concluyen los grupos de trabajo de la Red Española de Ciudades Inteligentes (RECI) las temáticas esenciales para que un municipio pueda considerarse una smart city según los criterios de la UE se vinculan a los sectores de la energía, movilidad, medio ambiente, gobierno, economía e innovación social.
Fomentar la innovación
No es menos cierto, sin embargo, que abordando este múltiple desafío también creamos interesantes oportunidades de negocio que finalmente redundan el bienestar ciudadano. De hecho, la colaboración público-privada es uno de los motores clave que dinamizan este tipo de proyectos y, en este sentido, es esencial facilitar un entorno que fomente la cultura de la innovación.
Por un lado, los poderes públicos deben facilitar un entorno propicio para la generación de ideas y su concreción en iniciativas que reflejen el potencial de esa capacidad innovadora, orientada a la mejora del día a día de las ciudades. Solo así se establecerán sinergias positivas con las entidades capaces de generar ideas y plasmarlas en proyectos.
“La innovación y el conocimiento, apoyados en las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), son las claves (…) de una sociedad más solidaria y cohesionada, que haga la vida más fácil a la ciudadanía. Y a su vez, que sea capaz de “generar y atraer talento humano y crear un nuevo tejido económico de alto valor añadido”, explica la RECI en su página web.
En este mismo sentido, intercambiar experiencias y trabajar conjuntamente para desarrollar modelos de gestión sostenibles en la smart city es el enfoque adoptado por la UE, dentro del marco de la Agenda Digital que introdujo la estrategia Europa 2020 y su mercado único digital.
Más allá de su apoyo al comercio electrónico, el mercado único digital persigue facilitar el cumplimiento de los requisitos administrativos y financieros para las empresas, al tiempo que fomenta el e-government.
El desafío tecnológico
Las declaraciones de intenciones son importantes, sin duda, pero desarrollar un proyecto de smart city significa crear infraestructuras tecnológicas viables. Como hemos apuntado, por lo tanto, además de cultivar un entorno propicio e identificar las áreas e inversiones convenientes el quid está en encontrar los instrumentos tecnológicos más eficaces para hacer realidad nuestro portal inteligente.
Tanto los servicios del mercado como de la administración desarrollados dentro del mercado único digital, por ejemplo, están evolucionando de plataformas fijas a móviles. Ello implica contar con acceso en real time sin importar cuándo, otro gran reto a nivel normativo y tecnológico que afrontar en favor de un comercio y administración omnipresentes.
Estos avances permitirán cumplir las expectativas de la UE para el año 2020 y, a nivel tecnológico, exigen dar pasos en muy distintos sentidos, entre otros el desarrollo de la computación en nube, una seguridad cibernética compatible con la conectividad de datos móviles sin fronteras, así como un acceso simplificado a la información.
Lograr el éxito en todos estos aspectos siempre será más sencillo cuando se suman esfuerzos y se trabaja con tecnología de vanguardia de código abierto. En concreto, la capacitación necesaria para alcanzar los objetivos de Europa 2010, o cualquier otro que apueste por una visión optimizada de las smart cities, se verá impulsada por tecnologías basadas en una infraestructura común.
Es el caso de FIWARE, una alternativa libre, muy ventajosa frente a las plataformas propietarias existentes para su uso en el diseño de soluciones en smart cities. Al tratarse de una infraestructura open source cuenta con especificaciones también abiertas, entre otras características que facilitan presentar servicios online a desarrolladores, proveedores de servicios y organizaciones privadas o públicas.
Las peculiaridades de esta plataforma creada a iniciativa de la Comisión Europea la convierten en una gran aliado para desarrollar proyectos de smart city en las más distintas áreas.
Ofrece capacidades mejoradas de alojamiento en la nube y una amplia biblioteca de componentes, además de valiosas herramientas que facilitan normas abiertas API, exentas de regalías y apoyadas por implementaciones de referencia de fuente abierta que agilizan la salida al mercado de los proveedores.
Además, al ser fácilmente replicable garantiza la interoperabiidad y facilita la creación de ecosistemas globales de cara a la implementación en distintas urbes. A su vez, ayuda a superar las barreras presupuestarias gracias a su arquitectura libre y a sus estándares propios.
También lo hace mediante el ecosistema de innovación FIWARE Labs y a posibles subvenciones a través de sus aceleradores, cuyo cometido es impulsar los proyectos con mayor potencial mediante la cofinanciación y otros recursos de ayuda.
Por otra parte, cuando un municipio afronta el reto de convertirse en ciudad inteligente diseñar servicios también significa ofrecer al ciudadano la posibilidad de interactuar con la plataforma, así como ofrecer previsiones, permitir la solicitud de actuaciones o el ofrecimiento de datos sobre determinados campos.
Entre otros, el estado del tráfico, las plazas de aparcamiento libres, los niveles de alérgenos en la atmósfera o, pongamos por caso, el estado ambiental en distintos puntos de la ciudad.
Las plataformas, por lo tanto, deben poder integrar datos heterogéneos y ofrecer interfaces web avanzadas, de uso intuitivo, que permitan una explotación de la información ad hoc. O, en otro orden de cosas, facilitar la definición y/o la predicción de comportamientos, así como ofrecer una clara visión de la situación en tiempo real o a partir de datos históricos.
La creación e implementación de estas soluciones que aporten valor a los servicios municipales y ayuden a una mejor gestión, lógicamente, exigen un desarrollo tecnológico del proyecto bajo los criterios de la sostenibilidad y la eficiencia.
A este respecto, la geolocalización es un elemento clave de las smart cities por su idoneidad para la gestión y análisis avanzado de información espacial. A nivel tecnológico, los Sistemas de Información Geográfica o SIG tienen un papel relevante, así como las Infraestructuras de Datos Espaciales (IDE) locales y regionales, éstas de nuevo para avanzar en la convergencia de los esfuerzos.
Sus posibilidades son casi infinitas. Por una parte, mediante desarrollos adaptados a necesidades concretas podemos organizar, almacenar, manipular y analizar grandes cantidades de datos -heterogéneos y procedentes de distintas fuentes-, vinculándonos a referencias espaciales.
En la práctica, tanto para ofrecer servicios a la ciudadanía a través de la red como para una toma de decisiones más eficaz, las tecnologías SIG resultan muy versátiles y ofrecen sinfín de aplicaciones dentro y fuera de la smart city.
En definitiva, el desarrollo de los innovadores servicios que busca ofrecer el modelo smart city desde un enfoque sostenible significa, a la postre, resolver problemas reales de las ciudades.
Demostrar la viabilidad de las smart cities solo es posible, por lo tanto, dotándolas de inteligencia puesta al servicio de un nuevo modelo de gestión, más eficiente y tecnológico gracias a una óptima gestión de la información, así como a uso adecuado de infraestructuras de comunicación.
Se trata, en suma, de apostar por una gestión eficiente, más sostenible y tecnológica, gracias a las grandes oportunidades que nos brindan los nuevos tiempos para construir ciudades más habitables, donde la prioridad sea el ciudadano.